
Y tú: ¿confías o desconfías de los demás?
Confiar o no confiar, he ahí la cuestión.
Cuantas veces habré escuchado que desconfiar protege y evita que te hagan daño, y yo pregunto: ¿si desconfías y te proteges nunca deben haberte hecho daño? La respuesta siempre es la misma: sí, me lo han hecho igual.
Pues claro que te han hecho daño igual porque en las relaciones humanas, herirnos unos a otros, es algo inevitable.
Y, inevitable es inevitable por una simple y sencilla razón: no siempre coinciden nuestras necesidades ni siempre coinciden nuestras prioridades y cuando eso sucede chocamos.
¿Es mejor confiar a ciegas? Pues tampoco, porque es ingenuo pensar que todas las personas van a ser buenas, honestas y maravillosas contigo, sobre todo teniendo en cuenta que somos egocéntricos por naturaleza y que todos barremos para casa.
Entonces que es mejor, ¿confiar o desconfiar?
Ni una cosa ni la otra, lo más equilibrado y positivo es crear una historia que se va redactando a medida que van sucediendo los días. Lo mejor es una hoja en blanco para cada nueva persona y no pagar con unos lo que te han hecho otros.
¿Es justo que desconfíes de todas tus parejas porque una te fue infiel?
¿Es justo que desconfíes de todas las personas porque te sentiste traicionada por algunas?
¿Es justo que desconfíes de todas las personas porque a lo largo de tu vida algunas te han hecho daño?
Desconfiar tiene un precio muy alto, el precio de la intranquilidad, el precio del miedo, el precio de la tensión, el precio de estar continuamente alerta por si pasa algo.
A ver, es evidente que si alguien que te hiere una vez y otra y otra, es fácil que haya una cuarta vez, por lo tanto más que desconfiar, lo ideal es alejarse porque a la vista está que hay algo que entra en continuo conflicto, pero de ahí a desconfiar sistemáticamente de los demás hay un abismo de diferencia.
¿Puedes confiar más en unas personas que en otras? Lógicamente sí, por norma general alguien que te quiere intentará no herirte, pero eso no significa que siempre lo consiga. Sin querer muchas veces hacemos daño a personas que queremos y ,de la misma forma, sin querer nos hacen daño a nosotros las personas que queremos.
La desconfianza es un mecanismo de defensa, una forma de creer que estamos más a salvo, pero es una creencia irreal porque nunca estamos a salvo de los conflictos.
- Los conflictos son inevitables
Yo quiero una cosa y tu quieres otra, no es personal, es que queremos cosas distintas y los dos tenemos el derecho a necesitar lo que necesitamos.
- Los conflictos son inevitables
Solo tú eres responsable de tus propias expectativas, que alguien no las cumpla no lo hace culpable.
- Los conflictos son inevitables
Sin dificultades, sin desavenencias, sin obstáculos las relaciones se quedarían estancadas. Los conflictos son también oportunidades para conocerse mejor, establecer límites o simplemente para encontrar soluciones intermedias.
- Los conflictos son inevitables
Todos pagamos las decisiones de los demás. A veces para bien, a veces para mal.
- Los conflictos son inevitables
Las personas cambiamos mucho a lo largo de los años y en ocasiones los cambios nos unen y otras veces nos separan.
¿Qué podemos hacer?
Relajarnos y ser nosotros mismos y construir relaciones en base a la experiencia que vayamos teniendo con las personas.
Y si sientes que alguien te traiciona, te decepciona o te hiere, ocúpate de averiguar el motivo, ocúpate de resolver el conflicto u ocúpate de alejarlo de tu vida, pero no te digas a ti mismo que todo el mundo es igual o que no se puede confiar en los demás porque no te haces ningún favor, todo lo contrario, consigues una coraza, un muro lleno de miedo que tampoco te salvará de futuras heridas.
Te guste o no, quieras o no, la decepción, la desilusión, el conflicto forman parte de la convivencia y puedes aceptarlo y asumirlo como algo natural de las relaciones o puedes encerrarte en el miedo y desconfiar. La decisión es cosa tuya, tú decides la actitud que tomas ante los obstáculos, pero si quieres vivir de forma relajada y tranquila, la desconfianza nunca es el camino.
Vani G. Leal, Psicóloga
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