
¿Por qué somos más críticos con los errores de los demás?
Nos resulta muy fácil ser duros con los comportamientos de los demás. Criticar, prejuzgar, menospreciar o reprochar son algunas de las actitudes que tenemos con las personas de forma ligera y altiva, como si nosotros no nos equivocáramos a menudo, como si nosotros nunca cometiéramos fallos, como si nosotros no la cagáramos también continuamente.
Lo primero que debemos intentar es hacer un ejercicio de reflexión y autocrítica.
¿Cuántas veces te has equivocado? Seguramente muchas, muchísimas, porque no somos perfectos, ni nacemos enseñados.
¿Por qué te equivocaste? Seguramente porque no supiste hacerlo mejor, porque nadie se equivoca por gusto o expresamente.
¿Te gusta que te juzguen por tus errores? ¿Te gusta que te critiquen sin saber lo que hay detrás de tu conducta? Entonces, ¿por qué lo haces tú?
Seguro que ahora piensas que tú no lo haces, que tú intentas no juzgar a los demás, pero si te observas unos días, te darás cuenta de la cantidad de veces que hablas de forma tajante y dura con los comportamientos de otros.
- Va de duro por la vida, es un chulo…
- No se le puede decir nada, es una histérica…
- Le ha puesto los cuernos, es un cerdo…
- Siempre está de mal humor, seguro que no folla…
- Nunca dice lo que piensa, es un falso…
Y sí, una parte es normal, porque vivimos en comunidad y observar y catalogar a la personas que tenemos alrededor nos ayuda a situarnos, a comparar, a valorar, a elegir mejor dónde y con quién queremos estar, pero de ahí a convertirnos en jueces morales de los demás hay un enorme abismo de diferencia.
¿Por qué nos cuesta entender a los demás?
Pues porque los demás no somos nosotros. No tienen nuestra personalidad, tienen la suya, ni tienen nuestros valores, tienen los suyos, no tienen nuestros pensamientos ni nuestras necesidades, sino que tienen las suyas.
Si ya es difícil entenderse a uno mismo, entender a otros resulta dificilísimo.
Ahora bien, ¿has de entenderlo todo para no criticarlo?
No, claro que no, que no entiendas por qué alguien hace algo, aunque tú no lo compartas en absoluto, no te da derecho a juzgarlo. Y no te da derecho por una simple razón, no tienes ni idea de lo que hay detrás.
Puedes opinar, por supuesto, somos animales sociales y necesitamos compartir opiniones. Pero, por favor, opiniones constructivas, opiniones con algo de mimo, opiniones con un poco de sentido positivo.
Detrás de cada persona hay una historia cargada de experiencias, de dudas, de infancia. Detrás de cada persona hay una mochila repleta de errores, de inseguridades, de complejos. Detrás de cada persona hay un ser pequeñito y vulnerable que lucha por sobrevivir de la mejor forma posible. Y es por eso, cuando hablamos sin saber, cuando nos llenamos la boca de juicios, que estamos obviando lo más importante, obviamos que detrás de ese comportamiento hay alguien que hace lo que puede y que, si a tus ojos no es lo adecuado, recuerda las veces que tú no has hecho lo adecuado para los demás y, sin embargo, has hecho lo que creías mejor o lo que podías hacer en ese momento.
Empatía, esa es la herramienta que tanto necesitamos para no ser tan ogros con los demás. Empatía para respetar un comportamiento a pesar de no entenderlo o de no compartirlo, empatía incluso para respetar una conducta que nos afecte directamente.
Y es ahí, en la empatía, donde empezaremos a cambiar nuestra forma tan arrogante de juzgar a los demás, porque nos daremos cuenta de algo que pocas veces tenemos en cuenta y es que, a pesar de las diferencias, todos en algún momento cometemos errores parecidos.
Vani G. Leal, Psicóloga.
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