
SOS…Me duele el dolor
Si nos ponemos a pensar en que es el dolor todos tenemos una idea clara de lo que ese concepto significa. ¿Hay algo más intrínseco en el ser humano que el dolor?
¿A caso existe algún ser en este mundo, sea animal o persona, que jamás haya sufrido dolor? No
Y así es, ya que es un mecanismo que todos tenemos para poder mantener la supervivencia.
Mal iríamos si no sintiésemos dolor, sería pues complicado llevar una vida “normal” sea lo que eso signifique, ya que nos moveríamos y relacionaríamos de manera peligrosa, no tendríamos esa señal que nos ayudaría a escapar y a mantenernos a salvo. Pongamos un ejemplo, cuando nos duele algo es señal de que algo no está funcionando en nuestro cuerpo y nos avisa para que podamos poner remedio, si es algo físico vamos al médico para averiguar que está sucediendo.
Sabemos por propia experiencia que existen diferentes tipos de dolor, pero aquí me centraré en hablar del dolor emocional o psíquico, ese del que tanto nos empeñamos en escapar.
Llamamos dolor emocional a lo que sentimos cuando nos ocurre algo que escapa de nuestro control, algo que no deseamos, que seguramente no hemos elegido o hemos elegido por necesidad, como por ejemplo, romper una relación de pareja por decisión propia.
Si sabemos que es algo necesario, algo inherente en todas las especies, ¿por qué continuamente nos empeñamos en alejarlo? Pues bien, porque a nadie le gusta sufrir, a nadie le gusta estar mal y porque es lo que nos han enseñado desde que somos pequeños.
Con esto no intento defender el masoquismo ni muchísimo menos, simplemente reflexionar sobre lo absurdo que es el intentar evitar lo inevitable.
El escapar del sufrimiento, a menudo, provoca una evitación-escape que se convierte la mayoría de veces en un callejón sin salida. Por ejemplo cuando intentas dejar de pensar en alguien e inevitablemente piensas todo el día. Aceptar que durante un tiempo pensarás en esa persona es la forma de asumir ese sentimiento.
Es evidente que si nos encontramos en una situación que nos daña o que es peligrosa para nuestra integridad debemos buscar alguna solución para sentirnos mejor, para sobrevivir y para llevar una vida más serena con nosotros mismos.
¿Pero qué ocurre cuando ya estamos sufriendo? ¿Cuándo ya hemos perdido a esa persona? ¿Cuándo ya hemos herido a alguien? ¿Cuándo ya hemos perdido lo que hemos perdido y nos duele de una forma “insoportable”?
Hay que tener cuidado con nuestro dialogo interno, no digas que es insoportable porque de hecho ya lo estas soportando.
Por ejemplo cuando se pierde a un ser querido, parece que exista un tiempo establecido socialmente como adecuado para estar triste por ello. Si pasas de ese tiempo ya parece que lo estás haciendo mal. Pero lo cierto es que cada persona necesita su espacio, sus momentos y su tiempo para aprender a vivir de nuevo sin esa persona.
Otro ejemplo es cuando rompemos con nuestra pareja. Muchas veces queremos mirar hacia delante de forma inmediata y pensamos que lo más sano es pasar página y olvidar, pero no respetamos nuestras emociones del momento. La tristeza, la decepción, el sentimiento de culpa son sentimientos normales a los que se debe prestar atención, ignorarlos o callarlos hará que el episodio no cicatrice correctamente.
La sociedad, la cultura y nuestro entorno más cercano casi siempre nos dice que tenemos que superarlo inmediatamente, tenemos que salir, tenemos que intentar sonreír, tenemos que distraernos, tenemos que sustituir esa pérdida cuanto antes mejor, porque tenemos que conseguir como sea y al precio que sea que deje de doler.
Ingrato favor nos estamos haciendo a nosotros mismos actuando de esa forma.
¿A caso creemos que eso funciona? ¿Puede ser cierto el dicho “A rey muerto rey puesto” o «un clavo saca a otro clavo”?
El refranero está lleno de expresiones de este tipo que reflejan una forma de actuar de una cultura que vive empeñada en ignorar lo que es imposible ignorar.
¿Sería posible plantearse las cosas de otra forma? Quizás sería más honesto y sano intentar sentir sin valorar, sin etiquetar y aceptando que hay situaciones y circunstancias en la vida que nos van a provocar cosas que no nos gustan.
A veces el dolor es necesario para poder crecer, madurar y transformarnos en personas más cabales y serenas.
Después de haber superado una difícil situación y haberla integrado, nos llevamos con nosotros un bonito aprendizaje y una dulce sensación. Habremos sido capaces de tener fuerza y, nos daremos cuenta, que el único camino posible es continuar.
Ahora ya tenemos la seguridad y el control de que esta vez no hemos pecado llenando la mochila que todos cargamos en nuestras espaldas.
Cuando hablo de mochila hablo de vivencias, de hechos que a todos nos han ocurrido y que por huir e ignorar vamos acumulando.
Cuando esto ocurre entramos en crisis, que no siempre se va a manifestar de la misma forma, puede hacerlo en forma de tristeza, miedo o estrés. En realidad se puede manifestar de cualquier forma que podamos imaginar.
Este proceso nos bloquea y provoca que no veamos la salida a nuestros problemas. Muchas veces no somos conscientes de que la acumulación es la que nos está cortando el paso y nos hace perder el equilibrio.
Hacer frente al dolor es complicado pero si eres capaz de tener paciencia, ser honesto contigo mismo, te detienes a reflexionar y miras dentro de ti, podrás decirte:
“Si, ahora duele, ahora debe doler, pero saldré reforzado de todo ello”.
Hay momentos en los que toca llorar, momentos en los que toca estar solo, momentos en los que toca respirar y, sobretodo, tener paciencia para conseguir realizar una reflexión que nos ayude a ver porque hemos llegado hasta aquí.
Y luego asumir las culpas, pero no de forma condenatoria, al contrario, desde la responsabilidad de saber qué es lo que se ha hecho mal y que se podría hacer en un futuro ante una situación parecida. Es con este tipo de reflexiones con las que conseguiremos un aprendizaje que nos curtirá y nos hará crecer.
Cristina B.
Psicóloga.
Leave a Comment
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.